FESTIVAL INTERNACIONAL DE TÍTERES DE CANARIAS. "Fasoulis". Ayusaya Puppet Theatre. Jueves, 30 abril 2009.


Stasis Markopulos metido en un espacio de unos dos metros cúbicos, más o menos, durante cincuenta minutos. Y sólo le asoman las manos por arriba, enfundadas en títeres. Qué poquito basta para hacer soñar al público. Bueno, no tan poquito, porque el talento y la perfección de este artista griego no nacen por obra y gracia de un tal espíritu santo

El protagonista es un guiñol esperpéntico: el clown por antonomasia. Y más extremo todavía. Fasoulis mata a la novia, al capellán, al médico, al policía y hasta a la mismísima muerte. Lo hace a golpetazos, a palazos, por sobredosis o por ahorcamiento. Pero el origen de todo es un acto de amor. Y luego mata en defensa de su naturalismo contra cualquier orden esotérico (léase iglesia). Y luego mata reivindicando una medicina de calidad. Y vuelve a matar para oponerse a una justicia y a una ley ciegas. Y luego le saca la lengua a la propia muerte. Entretanto, el amor sobrevive (resurrección de por medio) y le obsequia con un hijo al que calla a mamporrazos (tanto es el egoísmo del protagonista). ¿Un tipo extremo Fasoulis? Pues no tanto. Un tipo honesto. Honesto hasta el extremo de no acatar la cultura que nos sujeta a normas y leyes. Honesto para con él mismo, eso sí. Pero honesto a carta cabal.

¡Esto es el guiñol, amigas y amigos! ¡Para esto se ha utilizado el guiñol desde siempre! Para poner al ser humano frente al ser humano. En forma de muñeco, porque hacerlo de tú a tú es demasiado cruento.

¿Quién no se ha equivocado alguna vez? Podemos pensar que Fasoulis se equivoca, pero de lo que no cabe duda es que no tiene miedo. Y por eso sigue en pie. Y como Juan Sin Miedo vive la vida sin barrera alguna: con todo. Ah... el exceso... Tal vez sea una crónica desmedida en amor a los títeres la que estoy haciendo, porque no me pregunto: ¿y la libertad del otro, qué? Me gustaría poder responder: sin miedo, a por todas, asumiendo las consecuencias: todas. Pero no me atrevo.

Lo que hago es quitarme el sombrero y bailar un Sirtaki. ¡Hasta pronto Stasis, hasta pronto Fasoulis!

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