AQUÍ NO PAGA NADIE. Compañía Platónica. Viernes 17 abril

Recuerdo mi primera vez de este Darío Fo: hace muuuchos años que vi la obra por televisión, creo que en uno de aquellos "Estudio 1". Luego vinieron otras ocasiones y otros escenarios. Lo curioso es que, en la época que fuere, siempre me pareció un texto de rabiosa actualidad. Imagínate ahora, con la que está cayendo. Honores que atesora Fo.
Navego por la red y encuentro un estudio curioso, hecho en méxico, sobre la obra en cuestión. http://catarina.udlap.mx/u_dl_a/tales/documentos/lco/alvarez_b_ra/capitulo1.pdf. Dice lo siguiente: "Durante la obra de teatro los sentimientos del público que ya eran positivos, se mantuvieron e incrementaron ligeramente; mientras que los sentimientos negativos, que ya eran reducidos, disminuyeron en un porcentaje menor. Por su parte, se encontró que algunos mensajes fueron comprendidos por el público de manera similar a como el director los había planteado. La forma de interpretar los mensajes de parte de los espectadores durante la obra de teatro, no se vio influida por su edad, sexo, carrera o profesión, religión, ni por el día de la representación de la obra". Servidor piensa que ocurrió lo mismo en la Casa de la Cultura de Los Realejos.

El texto... Todo medido, in crescendo, con meandros retorcidos que se te hunden en el esternón para hacerte sentir, asentir (incluso en esta versión de Carla Matteinni)... Uno siempre se sintió el policía maoísta; aunque servidor abandonó el cuerpo y el alma, y acabé vendiéndome al mejor postor, aguardando agazapado el momento propicio para servirme la venganza en plato frío (tendencia natural de todo crítico, por otra parte, que soporta malamente su incapacidad para subirse a un escenario o para dirigir una obrita).

Ah sí, Platónica... A bote pronto, estoy tentado a no decir ni mú. Las palabras se resisten, como si se negaran a ponerse unas tras otras en forma de oraciones para hacer la crítica de unos tipos que tienen cara de calle, de gente, de esfuerzo, de encontrártelos en un bar y no verlos, pero que certifican que hoy es hoy, que todo sigue, sin grandes novedades entre el café y lo que vendrá luego. Aunque lo que venga luego sea el fin del mundo en forma de lluvia de dinosaurios.

Ay... Pero debo ganarme "el salario del miedo" y entonces, toma ya, al más puro estilo de un mal imitador de Boris Izaguirre, afilo el colmillo y.... ¡Voilà! ¡Me sale hablar de la dirección, la escenografía, el estilismo!... Apelando, eso sí, a mi "sentido común", que trata de poner al servicio de las palabras mi aquilatada experiencia en las butacas de platea de distintos puntos del orbe (y del urbi), así como todas mis capacidades extrínsecas e intrínsecas para comparar el todo con las partes, o el todo con el todo, o las partes con las partes, o empinar el codo. Amén. Entonces... Digo que el conjunto se deja llevar de la mano del "deber cumplido", sin un ápice más que demustre bienhacer o una cualidades innatas para la dirección. Porque al director se le escapan demasiadas cosas. Demasiado obvio todo, incluso las proyecciones. Y estaría bien si ese todo no chirriara por todas partes. Porque el director no dirige: plantea un decorado, comprueba que actores y actrices han memorizado un texto, les dice que son profesionales y... ¡Arriba el telón! Y claro: suceden cosas como que todos los textos son recitados (en algunas escenas incluso penosamente, léase el caso de la conversación entre el hombre y el vecino que asoma por la ventana). Entonces sucede también que no importa que el mismo personaje tenga una voz tan bajita que casi susurre durante hora y media. Y otrosí "entonces" sucede que el histrionismo del policía y el carabinieri se excede sobremanera en dicción y en gestualidad. Y para más inri "entonces" sucede además que la actriz secundaria mantiene un rostro hierático hasta cuando saluda al público al final. Todo demasiado encorsetado, demasiado manido, demasiado descoyuntado.
Pero señoras y señores... ¡Qué texto el del Fo! ¡Pasen y vean!

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