OTELLO. Morfema Teatro


Estamos a miércoles, el viernes hará una semana que estuve en la Casa de la Cultura de Los Realejos viendo a Morfema y su "OTello", y yo sin haber hecho todavía la crónica. En fin, nunca es tarde, dicen, y ahora mismo me pongo.

Los celos, teatro dentro del teatro, las relaciones de pareja... Ay, siempre esas extrañas relaciones. Sin embargo, no me pareció extraño el montaje; la historia está bien hilvanada y el director y la actriz principal (papeles de lerdo y boba, respectivamente) pues es plausible que estén enamorados. Y la ayudante de dirección pues también es lógico que quiera echar una manita s su novio y lo meta en el reparto a costa de un actor de esos de pitiminí. Cinco papeles para una actriz y un actor. Buenos trabajos de interpretación y muy bien dirigidos.

¡Qué cosas...! Salí del teatro con una certeza: me compraría una diana y unos dardos, como la que le sirve a la ayudante de dirección para descargar toda su furia. La utilizaré después de hora y media al volante, cuando pierda mi equipo, se me rompa la pluma, o me manche la ropa en medio de una comida de esas de compromiso.

Yo no sé lo que son los celos. Las malas lenguas dicen que eso es porque no me enamoré nunca, a lo que replico que eso es envidia o sarpullido. Shakespeare sabía de casi todo lo humano. Morfema Teatro y su director supieron capturar el trasfondo de los "celos otelinos" y darle ese tinte burlesco. Pero tópico. Con recuros y técnica de innegable calidad, pero vacío de mensaje. Me entretuvieron con "una cosita facilona", fácil de transportar, que huele a culturilla, que se puede vender bien... Eso sí, exquisitamente dispuesta (luces, vestuario, gestualidad, escenografía). Esta vez, al centrarse en una única obra, pues... Me supo a poquito, obvio y, sí, entretenido, pero disfruté más con la conversación a la salida. Y, eso, amable lectora/or, me lo permitió la asistencia al teatro, ingrediente mágico para la vida.

Mi dilema consiste ahora en preguntarme qué me gusta más: comer una gambita en su punto y peladita a mano, o la salsa de la gambita y la gambita bien triturada a través de una jeringuilla a modo de la cocina de Ferràn Adrià.

¿Habré dicho lo que quería decir? No sé, hay días en los que me siento un poco flex. Vayan, vayan a ver este OTello y pasarán un rato agradable.Y después lean un buen libro (no para compensar, eso sería de mala persona decirlo, pero sí para completar).

1 comentario:

Anónimo dijo...

- Hola, me llamo Pepe y mi piel es azul.
- Me caes simpático, pero no eres rojo ni te llamas Juan. De todas maneras, tienes un tono de azul muy agradable y "Pepe" tampoco suena tan mal. Pero me parece más fácil que ser rojo y llamarse Juan.
- A mi me ha resultado muy difícil ser lo que soy.
- Vale. Vamos a comernos unas gambitas y hablar de otra cosa.