
Una enorme actriz. Una enorme persona. Doble función en la Casa de la Cultura de Los Realejos, ayer y hoy. Lleno a reventar.
¿Qué me quieres contar, Antonia? Ya sé que eres grande (manejas todos los registros, desde la sobriedad clásica de la Espert (si quieres), al esperpento de la Lina Morgan -pero mucho más elegante, por supuesto-). Ya sé que eres capaz de mantener al publico atento, sobrecogido o sonriente durante hora y media tú solita. Ya sé que cantas a la justicia social y al respeto desde siempre. Hoy te vi con textos de Terenci Moix, Quim Monzó y otra media docena de grandes escritores. Lo haces muy bien, Antonia, un trabajo excelente. Y... Más allá de eso; qué me quieres contar, Antonia.
Porque todo eso ya lo sé, lo sabía antes, incluso, de ir a verte. Como casi todo el auditorio. Y, las personas que no lo sabían porque votan a la derecha más rancia, o practican la injusticia y la intolerancia pero aún así fueron a verte... Esas, esos, nada habrán aprendido. Y los hipócritas y las hipócritas políticos y políticas de aquí y de allí que fueron a verte y te abrieron las puertas de sus teatros municpales... Esas y esos, cenarán hoy carne de niño en salsa, como cada noche. Es mejor ir la Moncloa de turno y reventarlo todo, como dices en alguna de tus frases (eso, al menos, les inquietará mínimamente).
Y en medio de todo, también dices (aunque sea tomado de otros, pero lo dices tú y es tu responsabilidad): "a qué apelar a la memoria histórica y desenterrar huesos de hace tantos años si no sabes avenirte con tu hermana que vive en el piso de abajo..." O planteas al público un dilema con este: "cómo es que podemos explicar chistes de chinos y no de negros sin que nos acusen de racistas..." Demasiado fácil. Demasiado obvio.
Pero no es eso de lo que quería hablar. Quería preguntarte que si hace falta sudar hora y media sobre las tablas. Que si son necesarios tantos meses memorizando y haciéndolos tuyos esos textos. Tanto esfuerzo... Para algo que ya sabemos lo que lo sabemos y que nunca sabrán los que no lo saben. Demasiada densidad en el mensaje, demasiados mensajes a un ritmo de alta concentración. Por más que en medio des un respiro con algunas escenas costumbristas no extentas de pedagogía. ¿Todavía crees que el teatro puede cambiar el mundo? ¿Todavía necesitas tantísimo esfuerzo para demostrar que vales tanto?
Me hubiera gustado ver menos lastre, menos palabra y más acción. Más mensaje indirecto. Más historia. Me gustaría verte entrar por la puerta de atrás a nuestras conciencias, dejar diminutas bombas de relojería en nuestras mentes y salir despacito. Para que al llegar a casa nuestros sesos se derritiesen de gusto poco a poco. Para que nuestros sesos mañana, o la semana que viene, o dentro de un año, se sobresalten y piensen en tí cuando algo extraño suceda a su alrededor, algo que ni ellos mismo entienden, pero que les hace estallar una idea nacida en una noche lejana, viendo a la San Juan en un teatro cualquiera. Y que los que no saben, cuando vayan por el campo y vean el temblor de una hoja, se les erice el vello y sientan un algo parecido al miedo. Porque una vez vieron un espectáculo de Antonia San Juan y no se esperaban lo que vieron.
De cualquier modo, gracias Antonia.