EL DESPERTAR DE UNA MUJER. Tamaska Teatro. 20.03.09


Tercer viernes seguido asistiendo a la Casa de la Cultura de Los Realejos. Sinceramente, a toro pasado, hubiera preferido quedarme en casa. Por más que uno de los textos fuera de Franca Rame, compañera inseparable de Darío Fo, cuyo contenido quedó completamente viciado por la dirección. Todos y todas podemos equivocarnos, un servidor el primero, como queda constancia de ello en estas crónicas de lo que pasa los viernes de teatro en Los Realejos. Señor programador: estas cosas, sencillamente, no debieran exhibirse en una sala, pese a que la impresión general del público, al salir a la calle, fuera de una tímida complacencia. Ya sé, ya sé que un espacio público y municipal, es precisamente el lugar adecuado para dar cabida a estos fallidos experimentos, porque, sin duda, en un teatro que dependa exclusivamente de la recaudación, mirarían muy mucho el evitar experimentos con gaseosa y, además, desbravada y caducada. Tal vez esa apuesta por dar cabida a todo y a todos, sea parte del mérito de haber creado una "clientela fija" a la sala de la Casa de la Cultura.

Las actrices hacen lo que pueden con ambos textos. Ocurre que, la primera por exceso y la segunda por defecto (al límite de la catatonia gestual, vocal y mediática), achacables en ambos casos a una dirección sin sentido que no sabe sacar provecho de sus recursos o limitaciones, naden por los textos a contracorriente completamente ajenas al drama del texto.

La escenografía, muy a juego con el trabajo infantil y hace mil años superado, colabora en redoblar el sentimiento de estar frente a algo muy manido. Nada nuevo bajo el sol y, además, lo que quedó huele a escasos recursos a la hora de abordar el tema de la igualdad de sexos por recurrir a lo sencillo, (incluso el texto de la Rame pierde cualquier atisbo de denuncia al contextualizarlo en un tono humorístico rayano a lo vulgar, con añadidos gestuales que escandalizarían a la mismísima autora), y evidenciar el tremendo abismo que separa a unas compañías de otras en el panorama teatral de las islas. Pondré como ejemplo el hecho de colocar al bebé (de juguete) sobre la mesa minúscula en el centro del escenario, que te dan ganas de subirte y colocarlo en su cunita, para que la cosa gane en versosimilitud; y también que en el segundo monólogo (tedioso y pésimamente dirigido) más de una cabeza se acomodó en su butaca en posición de dormir, como un servidor, que sólo despertó al oír el teléfono de la actriz.

Quiero abandonar cuanto antes el tema y confiar de nuevo en los criterios de programación de esta sala.

Ni ganas de vino me quedan hoy. Me voy con la sensación de que el Tete, este año, tampoco subirá a primera. No tiene nada que ver esto último con el teatro, como tampoco tiene que ver lo que vi en Los Realejos, con el teatro.

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